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miércoles, 2 de noviembre de 2011

Prácticas climas



El mapa representa la distribución de las precipitaciones en España en mm.
La distribución espacial de las precipitaciones está condicionada por los siguientes factores geográficos y termodinámicos.
La latitud: la cantidad de precipitación aumenta de sur a norte de manera bastante regular.
La apertura al mar: las precipitaciones disminuyen desde la costa hacia el interior porque en el interior, en invierno el frío del suelo refuerza las situaciones anticiclónicas y en verano el calor disminuye el contenido en vapor de agua del aire.
El relieve: influye por su altura, por su disposición y por su orientación:
Con la altura aumentan las precipitaciones orográficas, las precipitaciones ocultas (escarcha y rocío) y las precipitaciones horizontales (causadas por el estancamiento de las nubes); en cambio, las tierras bajas costeras, las islas sin relieve y los cabos son particularmente deficitarios de precipitaciones, pues al no existir relieves pronunciados cesan las posibles precipitaciones orográficas.
La disposición del relieve peninsular incide de diversas maneras en las precipitaciones. En primer lugar, su localización periférica hace que las tierras interiores sufran una elevada aridez. En segundo lugar, el predominio de la disposición oeste-este de los relieves montañosos, favorece la entrada de masas marinas húmedas del oeste y suroeste, pero el carácter macizo de la Península hace que disminuya su actividad al penetrar en el interior, por lo que las precipitaciones disminuyen entre la costa atlántica y la mediterránea. Finalmente, las cuencas encerradas por montañas, como la depresión del Ebro y la cuenca del Duero tienen precipitaciones escasas, pues las masas de aire descargan su humedad en los relieves montañosos que las bordean.
Existen fuertes contrastes entre las precipitaciones de las áreas situadas en las vertientes a barlovento de los vientos húmedos, y las de sotavento, donde las cantidades de precipitación son muy inferiores, debido al descenso y recalentamiento del aire.
La dinámica atmosférica, condicionada en la Península por la latitud en el extremo meridional de los desplazamientos del frente polar, determina precipitaciones más abundantes y regulares en el norte, afectado todo el año por las borrascas del frente polar, y precipitaciones inferiores y de distribución irregular en el resto de la Península y Baleares, debido a la mayor frecuencia de situaciones anticiclónicas, sobre todo en verano. En Canarias las precipitaciones son muy escasas, pues por su latitud subtropical se encuentran la mayor parte del año bajo la acción del anticiclón de las Azores.
La incidencia de estos factores determina que en la Península la distribución de las precipitaciones se caracterice por los siguientes rasgos generales: disminuyen de NO a SE; desde las costas hacia el interior, desde la costa atlántica a la mediterránea; y en las cuencas encerradas por relieves montañosos. En cambio, aumentan en las vertientes de barlovento y con la altura.
Las principales áreas o regiones que pueden distinguirse en función de su volumen medio anual de precipitación son las siguientes:
a) Las áreas con precipitación media anual elevada, superior a 800 mm, se localizan en el norte peninsular (Galicia y cornisa cantábrica) y en los sistemas montañosos situados por encima de los 1000 metros de altitud (Sistema Ibérico, Sistema Central, Montes de Toledo, Sierra Morena, Cordilleras Béticas y Cordillera-Costero Catalana).
Galicia y la cornisa cantábrica deben su elevado volumen a que son zonas que por su latitud septentrional y proximidad al océano Atlántico, se encuentran bajo la acción de las borrascas del frente polar.
Las áreas montañosas por encima de los 1000 metros deben sus abundantes precipitaciones a la altura, pues a medida que esta se eleva aumenta el volumen de precipitación.
b) Las áreas con precipitación media, entre 800 y 600 mm, corresponden con:
Las partes medias de los sistemas montañosos citados y montañas de menor altura, de modo que al disminuir la altitud, descienden las precipitaciones.
Ciertas áreas del extremo occidental de la España peninsular que, por su situación, presentan una mayor frecuencia de paso de los frentes y borrascas que entran por el Atlántico.
c) El área de escasas precipitaciones, entre 600 y 300 mm, abarca la parte central de la submeseta norte; gran parte de la submeseta sur; la mayor parte del valle del Ebro; el valle del Guadalquivir; las hoyas intrabéticas andaluzas; gran parte del litoral y prelitoral mediterráneo, aproximadamente entre Sagunto (Valencia) y Adra (Almería); el resto de la islas Baleares, y algunas zonas altas de las islas Canarias con relieves montañosos.
Las submesetas norte y sur y el valle del Ebro deben su escasa pluviosidad a la continentalidad, dada por el aislamiento de la influencia marina, que se ve acentuada por la configuración topográfica, marcada por el encajamiento entre unidades del relieve, especialmente en el caso de la submeseta norte y del valle del Ebro. Estas circunstancias determinan que en invierno el suelo frío del interior favorezca la formación de anticiclones y, en verano, las elevadas temperaturas aumenten la capacidad del aire de almacenar agua, dificultando la formación de nubes. Por su parte, el encerramiento entre unidades del relieve determina que las masas de aire descarguen su humedad en los sistemas montañosos que las bordean.
En el valle del Guadalquivir, las relativamente apreciables precipitaciones del invierno, causadas por su proximidad al Atlántico y por temporales del suroeste que penetran fácilmente por el valle, se ven compensadas por la importante escasez de precipitaciones del verano, dando lugar a un volumen anual modesto.
En las hoyas intrabéticas andaluzas las escasas precipitaciones se deben a su posición meridional y oriental respecto a la ruta de paso de las borrascas atlánticas, y a su encajamiento entre unidades del relieve.
En el prelitoral y litoral mediterráneo y en Baleares la causa de la pobreza de precipitaciones es la limitada actividad con que llegan a estas zonas las borrascas y frentes que penetran por el oeste peninsular.
El relieve de algunas islas Canarias determina una elevación de las precipitaciones, que afectan sobre todo a las vertientes expuestas al soplo del viento alisio. Sin embargo, por su latitud meridional, en contacto con el dominio subtropical, el aumento de las precipitaciones con la altura es modesto.
d) El área de precipitaciones muy escasas, inferiores a 300 mm, abarca el área central del valle del Ebro, el SE peninsular, y la mayor parte del territorio de las islas Canarias.
En el SE peninsular la aridez obedece a que la zona se encuentra protegida de las borrascas atlánticas por los relieves de las Cordilleras Béticas, a que llegan con dificultad las borrascas mediterráneas, y a que son frecuentes las advecciones secas de África.
En la zona media del valle del Ebro la aridez se debe al encerramiento entre montañas. El Sistema Ibérico actúa como barrera frente a las borrascas atlánticas y la Cordillera Costero-Catalana se opone la penetración de la influencia mediterránea.
En Canarias la aridez se explica porque, debido a su latitud, se hallan prácticamente todo el año bajo la influencia del anticiclón de las Azores, que provoca tiempo seco y estable. En el caso de las islas orientales, la escasez de precipitaciones se acentúa por la inexistencia de relieves elevados y por su mayor proximidad a las advecciones secas de aire sahariano.
Las consecuencias de la desigual distribución de las precipitaciones inciden sobre el medio natural y sobre las actividades humanas.
En la España húmeda predomina una vegetación de bosque caducifolio, landa y prados. Las abundantes precipitaciones permiten la existencia de ríos caudalosos y regulares que aportan cuantiosos recursos hídricos aprovechables para la producción hidroeléctrica, y para el abastecimiento industrial y de las poblaciones. La destacada presencia de prados determina que la actividad agraria principal sea la ganadería bovina, de carne y de leche, mientras que los cultivos ocupan escasa superficie y se destinan principalmente a la alimentación del ganado (maíz, forrajeras). Por su parte, la importante extensión de bosques caducifolios (robles, hayas, castaño) otorga un papel importante a la explotación forestal. La belleza paisajística de “La España Verde” constituye un atractivo para ciertas modalidades turísticas alternativas al turismo de sol y playa, como el rural, el de espacios naturales protegidos, el deportivo, etc.
En la España seca predominan el bosque perennifolio (encina y alcornoque) y el matorral. Las precipitaciones escasas e irregulares originan ríos de caudal escaso e irregular, con fuerte estiaje en verano y crecidas, a veces catastróficas, con las lluvias equinocciales. Este hecho obliga a la realización de obras hidráulicas para regularizar el caudal del río y garantizar el abastecimiento para el regadío agrario, la industria y el consumo humano, que en muchas ocasiones entran en conflicto. La actividad agraria más destacada es la agricultura, que presenta notables diferencias en función de la existencia o no de regadío: cereales, vid, olivo y almendros en los secanos y frutales y productos de huerta en las vegas y regadíos. Por su parte, la escasez de precipitaciones estivales, unidas a la suavidad térmica constituyen un importante atractivo para el turismo, especialmente para el de sol y playa.

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